LA MOCHILA

Inicia por las calles de una ciudad donde hay edificios; casas pequeñas y grandes; mucha gente caminando, otras corriendo o simplemente paradas al lado de un árbol o sentadas en una banca. A lo lejos en el horizonte camina una joven con una inmensa mochila, más grande que ella. Su cuerpo liviano, su piel blanca, con ojos del color de una hoja en otoño y cabello rojo con colochos rompe almohadas. 

El camino que ha recorrido ha sido largo, en una solo línea recta y cada lugar donde ha estado siempre ha adquirido un nuevo objeto que guarda en su mochila. Ese objeto le recuerda un lugar, una persona, un momento, una situación, una emoción y lo más importante le recuerda que es lo que ella debe ser.

 En un momento sin que ella lo espere se encuentra parada en la entrada de dos caminos, dos caminos que lo separa una brecha muy pequeña, pero que en el fondo sabe que esa brecha se irá separando mientras más se adentre en uno de esos caminos. Todo se detiene a su alrededor, solo se escucha su corazón latir y su respiración. Su mente empieza a trabajar y tratar de conectarse con su corazón para tomar una decisión. Es inútil su esfuerzo, su corazón resuena más fuerte que su mente. Hay una lucha interna donde cada uno tiene una razón para elegir cada uno de sus caminos. Uno es viable, seguro, confiado y conocido. El otro… el otro solo es todo lo contrario.Después de tanto esperar y pensar la joven toma el del corazón. Inicia su camino. 

El camino no es nada parecido al que ella estaba acostumbrada. Este nuevo camino tiene varias dificultades como subidas, bajadas, curvas, curvas muy cerradas, baches en el asfalto, y algunas partes de terracería. Mientras más avanzaba se daba cuenta que era más difícil y más difícil recorrer el camino. Ella realmente no entendía el por qué el camino le resultaba tan dificultoso. 

Hasta que un día se le cayó uno de los objetos que había recaudado en el camino anterior y gracias a ese objeto que le falta ella notaba un cambio en su cuerpo, se sentía con un peso diferente y el camino era levemente menos dificultoso. Siguió avanzando, ya casi con los ánimos por los suelos, decidió tomar un descanso. Tomó un descanso de 5 minutos, bebió agua, comió una pera y empezó a analizar ese momento en donde el objeto cayó, donde ya no ocupaba un lugar en el espacio dentro de su mochila, donde se sintió diferente, donde el camino se hizo un por ciento más fácil. Abrió su mochila y observó cada uno de esos objetos que había dentro de ella, como cada objeto estaba colocado, como cada objeto era diferente, pero a la vez extraño o ajeno a ella. Con un poco de miedo inició por sacar uno de esos objetos; sin embargo al llevar una cantidad de 5 o 6  se detuvo y pensó:

 - ¿Cómo puedo sacar estos objetos de mi mochila? 

Cada uno de ellos me recuerda lo que debo ser, lo que he aprendido y vivido. 

No, no, no lo puedo dejar aquí. 

Rápidamente decidió devolverlos a la mochila. Se paró y retomó la marcha. Más adelante su cuerpo se sentía pesado, inconforme, adolorido y con muchas ganas de tirarse al suelo. Ella insistía en seguir avanzando pero su cuerpo no se lo permitía. Luego de mucho esfuerzo decidió tomar otro descanso, pero esta vez no bebió ni comió, solamente pensó. En eso una voz que provenía del corazón le dijo:

 -no pienses tanto que se te quemará el coco. 

Haber, a qué se debe tanta preocupación. Acaso es el hecho de lo que te diste cuenta cuando un objeto te faltaba en la mochila. Acaso es que quieres volver a desocupar tu mochila pero tienes miedo a qué puedas sentir luego de no tener esos objetos. 

Querida no te agobies, has lo que sientas, no lo pienses tanto, la vida es corta y el camino largo. 

La joven no pronunció palabra alguna, solo escuchó y siguió pensando. La cabeza le daba vueltas, realmente no sabía si era miedo a dejar los objetos o miedo a que al dejar los objetos la hicieran sentirse mejor o diferente. Luego de darle vueltas al asunto decidió volver abrir mochila, sacar algunos que otros objetos y sin mirar más, cerró la mochila, se la colocó en su espalda y siguió con su camino, dejando atrás los objetos. Y así hizo en cada parada que hacía: bebía, comía, abría su mochila, sacaba objetos, cerraba su mochila, se colocaba su mochila y camina hacia adelante.

El camino seguía teniendo bajadas, subidas, curvas y baches, pero ella los pasaba con tranquilidad, con seguridad y confiada en que nada malo le iba a pasar. Llegó un punto donde su mochila ya no era más grande que ella. Donde su mochila ya no era solo una herramienta para guardar objetos, sino que su mochila pasó a ser parte de ella. Su mochila era de un tamaño adecuado y en su interior solo estaban unos cuantos objetos. Objetos con los que ella realmente se sentía identificada, que no le pesaban y que al contrario pareciera que esos objetos le ayudaban a seguir su camino.

Ella sabía que había hecho un gran cambio en su vida. No sabía exactamente cómo iba ser el camino entre más avanzaba, no sabía qué cosas nuevas iba encontrar, no sabía qué nuevos objetos iba a guardar; pero de algo si estaba segura es que el camino que había elegido era el correcto para ella. Que los objetos que guardaba en su mochila, no sólo son objetos sino que son sus principios de vida. Que su mochila era perfecta para ella y que lo que viniera en el camino iba a ser lo que exactamente ella necesitaba. Ella iba tener la libertad de decidir qué tomar o qué dejar, qué hacer o qué no hacer. Lo más importante es que sería ella misma.

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